El fin de semana del 7 al 9 de febrero se celebra en el pabellón Madrid-Arena el Congreso de Vocaciones en el cual participa la Compañía de Jesús. El lema elegido para esta edición de 2025 ‘¿Para quién soy?’, una pregunta que nos lleva a la que hizo el Papa Francisco en Christut Vivit (286) para unir dos inquietudes del corazón humano: la identidad y el sentido de la vida. Con este congreso, la Conferencia Episcopal Española cierra el ciclo del Plan Pastoral que inició en 2021.
Fonfo Alonso-Lasheras SJ, Promotor Vocacional de la Compañía de Jesús, y a la periodista Ana Samboal, han expuesto la ponencia marco inicial, fruto de un trabajo en común. En su exposición han hablado de la crisis antropológica actual, donde la falta de vidas vividas como vocación se manifiesta en todos los ámbitos.
Han ahondado en que esta crisis, impulsada por la búsqueda de libertad individual y la aceleración de la vida, invita a redescubrir la vocación como un llamado personal de Dios a una vida plena y con sentido: «Los jóvenes viven sumergidos en un mundo lleno de información, lo tienen todo al alcance de la mano, pero carecen de las herramientas básicas para la vida, desconocen la ‘gramática elemental’ de la existencia, por lo que así el sujeto se convierte en veleta que apunta hacia donde sopla el viento del momento», apuntan.
En la charla han hablado también de la vocación que abarca todas las áreas de la vida y lo fundamental que es fomentar una cultura vocacional que ayude a las personas a entender su propia vocación, escuchar la llamada de Dios y responder con libertad y responsabilidad: «No solo del ámbito pastoral, sino de todas y cada una de las dimensiones que forman parte de nuestras instituciones y comunidades, porque solo generando un lenguaje común y un modo de proceder coherente, podemos recrear una cultura en la que las personas estén mejor capacitadas para plantearse la vida como vocación», añaden.
Este cambio cultural, reflexionan Fonfo y Ana, debe transformar los gestos, palabras, símbolos, relatos y valores, normalizando una vida entendida y vivida como vocación. Para ello, cuentan que es fundamental recuperar la dimensión vocacional de los procesos de iniciación cristiana: «Fomentar la interioridad, crear experiencias que conecten con la gracia de Dios, despertar preguntas profundas, valorar la Iglesia como lugar de discernimiento, promover la apertura al bien común, ejercitar la libertad, cultivar la paciencia, aceptar los límites, asumir riesgos y reconocer la gratuidad de toda vocación», añaden ambos.
En definitiva, Ana y Fonfo hablan de buscar reavivar la conciencia de que la vida es don y llamada: «El horizonte de este congreso es, por tanto, crecer en la conciencia de que la vida es don recibido y está llamada a ser don para otros; crecer en fidelidad a la propia vocación específica, como medio para la renovación de la Iglesia, valorando la diversidad y complementariedad de todas ellas como necesarias para mostrar al mundo el Cristo total, y para ayudarnos unos a otros en nuestro peregrinar. Esto es motivo de agradecimiento profundo y celebración», comentan.