El Congreso Internacional celebrado estos días en Córdoba ha puesto de manifiesto que las enseñanzas de San Ignacio siguen siendo válidas para vivir e interpretar el mundo actual. El programa se ha acercado a la figura de San Ignacio desde tres líneas fundamentales: una presentación de su vida; una reflexión sobre una clave principal de su espiritualidad, el discernimiento; y un acercamiento a testimonios concretos de cómo vivir el discernimiento como forma de vida en la Iglesia.
El Congreso Internacional sobre San Ignacio de Loyola ha sido organizado por el Cabildo de la Catedral de Córdoba y la Diócesis de Córdoba en colaboración con la Universidad Loyola y la Compañía de Jesús. Fue inaugurado por el Provincial de la Compañía de Jesús, Antonio España junto al Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández; el Dean Presidente del Cabildo de Córdoba, Manuel Pérez Moya; el rector de la Universidad Loyola, Gabriel Pérez Alcalá y el director académico del Congreso, Gonzalo Villagrán SJ, que dieron la bienvenida a todos los asistentes presenciales a los numerosos participantes online. Al acto inaugural asistieron también el Consejero de Educación y Deportes en Funciones, Manuel Alejandro Cardenete, la Delegada Territorial del Gobierno en funciones, María Jesús Botella, y Blanca Torrent, segunda teniente de alcalde del Ayuntamiento de Córdoba.
Durante el mismo se ha presentado la figura de San Ignacio a lo largo de diversas ponencias que han recorrido diferentes etapas de su vida desde el momento de su conversión en Loyola, hasta Roma, pasando por Manresa y París, así como a través de otras ponencias más sintéticas que intentaron presentar las claves principales de su vida y de la actualización de su figura. También hubo un momento para releer la figura de San Ignacio en paralelo a la de San Juan de Ávila, como dos renovadores de la Iglesia de su tiempo.
En estas ponencias quedaron claros varios puntos fundamentales de la vida de Ignacio: su espiritualidad integradora que le permitía ver un mundo complejo y ambiguo como lugar de llamada de Dios; la capacidad de afrontar situaciones de ambigüedad en la misión desde el discernimiento; la importancia en la configuración de su persona de sus estudios en París, y la importancia del reconocimiento de la propia fragilidad, como clave para la actualización de su espiritualidad.
Las diferentes intervenciones han mostrado que el gran tesoro que la espiritualidad ignaciana nos ofrece es el discernimiento, que, siendo un concepto original de San Pablo, él sistematiza y hace accesible. Igualmente es necesario evitar un uso indiscriminado del término para no devaluarlo. Pero ha quedado claro del Congreso que el discernimiento, como rasgo de la vida cristiana en San Ignacio, se convierte en un método accesible y concreto que permite escuchar al Espíritu Santo y sus llamadas para seguirle. Como método ilumina la vida de la Iglesia y da claves para vivir muchas tareas y realidades eclesiales.
Finalmente, a través de alguna ponencia y varias mesas redondas se han repasado ejemplos concretos de vida y acción en la Iglesia desde el discernimiento: en el liderazgo de organizaciones, en el mundo educativo, la pastoral familiar, el apostolado social o el mundo de la salud. El discernimiento es escucha al Espíritu que nos puede llamar por caminos insospechados más allá de todo prejuicio o idea preconcebida. Exige valentía y desprendimiento de seguridades y proporciona una creatividad inusitada a la vida de la Iglesia. Quienes viven en la iglesia desde el Discernimiento, que pone en el centro la llamada de Cristo y la misión, pueden vivir con una enorme frescura y apertura anterior. Estas les permiten descubrir formas de atender adecuadamente a realidades en las periferias de la iglesia que causarían bloqueo o parálisis en quienes se apoyan más en ideas preconcebidas.
En definitiva, se ha visto como San Ignacio de Loyola y la espiritualidad ignaciana no son un eco del pasado, sino que son un regalo del Señor para la Iglesia que ayuda al cristiano de hoy a servir la misión de Cristo mejor siguiendo los caminos que el Espíritu le indica.