Jordán, un congreso fructífero sobre el abuso de poder en la Iglesia

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Ahondar en las causas estructurales del abuso de poder en la Iglesia ha sido la tarea realizada por las más de trescientas personas -presenciales y on line- de 27 países del mundo que han acudido del 5 al 7 de junio al Congreso Internacional Jordán celebrado en el Espacio Maldonado de Madrid. Convocado por el proyecto Jordán, de la provincia de España de la Compañía de Jesús y las universidades jesuitas (UNIJES), este congreso ha reunido a expertos internacionales en la materia que han dialogado sobre numerosas cuestiones referentes a los distintos tipos de abuso, en especial el de poder, el espiritual y el sexual, en el seno eclesial. Han sido tres días intensos que aportarán muchos frutos en este camino de largo recorrido que supone la lucha y prevención contra los abusos en el seno de la Iglesia y que fue considerado por varios de los ponentes como misión profética de la Iglesia.

En la sesión inaugural, el provincial de España, Enric Puiggròs SJ reconoció la dualidad de sentimientos de inquietud y tristeza que vivía ante la celebración de este congreso. Para él, “es una buena noticia pues supone para todas las personas ensanchar nuestra sensibilidad y reconocer el gran dolor provocado” y es también “decirnos que necesitamos una aproximación desde la ciencia para sacar luz de los abusos que deseamos erradicar”. Y, a la vez, tomar fuerza, como Iglesia y como Compañía de Jesús del reto que tenemos con las víctimas supervivientes. Reconoció también Puiggrós que a veces no sabemos cómo y cuándo pedir perdón para no convertir esa petición en una revictimización y que todavía nos “falta mucho por hacer”. Asimismo, el provincial puso el contexto en el que se enmarca este congreso, dentro del proyecto de Entorno Seguro de la provincia de España de los jesuitas y del de Promoción de una Cultura Consistente de Protección (PCCP) a nivel global que se emprendieron ambos en 2018.

Precisamente este último proyecto y su origen fue presentado por su coordinador, el jesuita John K. Guiney SJ, quien explicó cómo la Compañía de Jesús a nivel global se planteó la cuestión de los abusos en la Congregación General 36 (2016) y luego lo incluyó en la Segunda Preferencia Apostólica “Caminar con los excluidos”. Para Guiney el compromiso es muy explícito e incluye: “Ayudar a eliminar los abusos dentro y fuera de la Iglesia procurando que las víctimas sean escuchadas, se haga justicia y se sanen los daños. Incluye políticas para la prevención, la formación permanente y serios esfuerzos para identificar los orígenes sociales de los abusos” y de este modo implementar la cultura de la salvaguarda. A todo este trabajo lo denominó “misión profética de nuestro mundo, de la Iglesia y de la Compañía”, una misión que, sin duda, dijo es de largo recorrido.

En la primera mañana el profesor Gabino Uríbarri expuso -en la ponencia “Abusos, posesión y exorcismos. Poder y autoridad de Jesús”- desde el punto de vista de la Teología las conexiones o paralelismos entre los abusos y los exorcismos de Jesús. También resaltó las importantes consecuencias surgidas tras el escándalo de los abusos en la Iglesia, como sus varias reformas jurídicas y otros hitos vaticanos liderados por el Papa Francisco. Uríbarri desmenuzó los significados de la autoridad de Jesús, una manera de ejercerla como la de un padre que autoriza y luego se retira, no suplanta ni domina sino capacita y da alas potenciando a las personas hacia la vida. Un ejemplo que deben seguir las personas con autoridad en nuestra Iglesia. Además, puso en el centro a las víctimas, incluyendo en su exposición varios relatos de las mismas. Su tesis condensó la idea de que los abusos ponen de relieve una serie de problemas de la sociedad en la que se enmarcan y en concreto muestran señales evidentes de que “algo no anda bien en nuestra estructura eclesial”.

El final de la primera mañana concluyó con la ponencia de Dolores López Guzmán, primera coordinadora del proyecto Jordán y que actualmente coordina los temas de entorno seguro en la congregación de las religiosas del Sagrado Corazón. Ella se centró en el abuso espiritual y sus consecuencias. Reconoció en la Iglesia una actitud errónea de no querer ver la globalidad y durabilidad del problema: “Vivimos el drama como si fuera de personas concretas, lo miramos con el deseo de que sean pasajeros y una vez pasen volver a la normalidad”. Pero considera que el “clamor ante la realidad estructural de los abusos es un signo de los tiempos” por su permanencia en el tiempo, su carácter universal o la llamada a abordarlo desde el Magisterio. Y deseó que nos acerquemos a este drama sintiendo la necesidad imperiosa de vivir con mayor profundidad nuestra fe.

En su exposición reconoció que toda persona es susceptible de ser dañada en la dimensión espiritual, que cuando el abuso lo ejerce por su estado de vida o cargo alguien que representa a la Iglesia, “contiene en sí mismo siempre elementos que suponen un daño espiritual”. Y que dicho abuso daña: el rostro de Dios, la confianza en las mediaciones, la dimensión institucional de la Iglesia y el Magisterio y las virtudes teológicas. Señaló como ámbitos de mayor riesgo de los abusos el acompañamiento espiritual, la confesión sacramental y la obediencia en las instituciones religiosas. Y finalizó invitando a “pasar por la humildad y humillación” porque estas “nos ayudarán a comprender mejor a las víctimas”.

Por las tardes del primer y segundo día tuvieron lugar comunicaciones sobre aspectos concretos, entre otros: la realidad y desafíos desde el derecho, la tipificación de delitos de abuso en contexto eclesial (derecho canónico), la violencia contra mujeres adultas en el seno de la Iglesia o reforma de vida en el contexto de la crisis de abusos en la Iglesia. Y se celebraron encuentros de trabajo llamados itinerarios donde se pusieron sobre la mesa las resonancias del día, las invitaciones y se dialogó en torno a estos temas: Teología y Espiritualidad; Psicología y Sociología, Ética organizacional, y Derecho Canónico.

La dimensión estructural del abuso 

El segundo día del Congreso versó sobre las relaciones y la dimensión estructural de los abusos. El profesor Diego Molina SJ en su ponencia “La dimensión estructural del abuso en la Iglesia” reconoció que solo hasta hace pocos años la Iglesia consideraba el abuso solo como un pecado moral, las medidas eran apartar a los que habían cometido el pecado y existía nula referencia a las víctimas y a la estructura eclesial. Para él, “la toma de conciencia de que no es esto y de la existencia de distintos tipos de abusos ha sido un proceso largo y no ha llegado a permear en toda la comunidad eclesial”. En su exposición enumeró y explicó algunos aspectos que existen en la estructura eclesial que posibilitan el abuso. Por ejemplo, la autoconciencia de la Iglesia como santa; la concepción misma del sacerdote que conlleva que muchas víctimas otorguen un halo de sacralidad al mismo; el sistema de autoridad y obediencia dentro de las estructuras que incluso llega a generar una mística sobre dicha obediencia; la idealización del fundador que ha llevado a considerar santos en vida a algunos de ellos y a justificar sus conductas impropias. También señaló posibles cambios en las constituciones y reglas de los institutos que limiten el poder del superior y la prolongación de sus mandatos, así como establecer sistemas de control de los que ejercen el poder interno. Finalmente, recomendó de cara a erradicar los abusos: difundir la convicción de que el dolor causado a las víctimas es lo más importante y no salvaguardar el nombre de la institución; ofrecer información veraz y con la máxima transparencia y asumir de verdad la sinodalidad.

La teóloga Dra. Suzanne Mulligan, en su ponencia “Enfrentando las estructuras de violencia” dedicó amplio espacio a explicar el concepto de la dignidad humana como se ha entendido en la moral católica y en la enseñanza cristiana y la importancia que tiene considerar todas las dimensiones de esa dignidad para protegerla mejor y de esta manera evitar los abusos eclesiales. “La dignidad humana tiene que ser más que una idea. Hay que hacerla realidad de forma tangible” reivindicó la profesora irlandesa que también habló del jerarquismo y defendió las virtudes de la resiliencia y resistencia ante las injusticias. Bajo su mirada, es necesaria una tarea de conversión cultural dentro de la Iglesia, trabajando por la verdad, creando espacios para intercambiar ideas y asumiendo que la responsabilidad no solo recae en los miembros ordenados sino también en los laicos.

Desde un tono menos académico, la mesa redonda “Reflexión sobre elementos estructurales del abuso sexual, de autoridad y conciencia en la Iglesia” aunó las opiniones de los profesores Julián C. Ríos (abogado especialista en reconciliación) Cecilia Martínez (especialista en ética) y José Luis Sánchez-Girón (canonista), moderados por la periodista Mª Ángeles López. Conversaron sobre los distintos tipos de abusos, la necesidad de las relaciones sanas, las maneras de trabajar en la Iglesia que no favorecen que se cumplan algunos protocolos, algunas incorporaciones jurídicas en el derecho canónico y también conversaron sobre los rostros de las víctimas que, como afirmó Julián C. Ríos, “con una carga enorme de sufrimiento humano, vinculado al cuerpo, a lo sensorial, un sufrimiento en la fe…”, lo único que quieren es que esto nunca más vuelva a ocurrir.

Al final de la tarde, en la mesa redonda “Experiencias de intervención y atención a las víctimas”, moderada por la Dra. Virginia Cagigal (Universidad Pontificia Comillas), participaron la Dra. Mª Teresa Compte (Asociación Acogida Betania), el Dr. Daniel Portillo (CEPROME) y Dña. Teresa Devlin (Comisión Pontificia Tutela Minorum). Esta última expresaba la necesidad de empoderar a las víctimas y darles voz y a su vez, “darles tiempo para que estén preparados para hablar, porque a veces queremos escucharlos pero no están listos”. Y, añadía la importancia de un buen liderazgo. Por su parte, Teresa Compte comenzaba su turno haciendo una pregunta: “¿El modelo de cultura de seguridad que tenemos en la Iglesia favorece la desvictimización?” y ahondó en la victimización secundaria: “El problema que tenemos es que revictimizamos a nuestras víctimas con el silencio, la no escucha, etc…”. Para ella  la verdadera reparación para las víctimas llega “si la institución en la que se ha cometido el abuso reconoce que son injustos, inmerecidos e indebidos”. Por último, Daniel Portillo explicaba que no bastaba la buena voluntad para ofrecer un servicio de calidad a las víctimas: “Tenemos que abordar el tema de manera interdisciplinar porque es una realidad muy compleja”. Al hilo de esta cuestión reivindicó la importancia de la formación continua que “es fundamental para las personas que nos dedicamos a esto”. Como conclusión hablaron del comienzo de un camino largo: “Hasta que todas las víctimas no cuenten sus historias y se les escuchen, no podremos haber acabado el camino”.

El segundo día del congreso concluyó con una eucaristía presidida por el provincial Enric Puiggròs. En su homilía señaló que “las víctimas nos evangelizan; no podemos esperar que esto se ‘apague’, que se desvanezca como si nada hubiera ocurrido; debemos mirar de cara a aquello que hicimos mal” no ponernos a la defensiva y “superar la tentación de la arrogancia, reivindicando las cosas buenas hechas por nosotros, como si pudieran compensar de alguna manera este drama de abusos.” Abogó a su vez por no dejarnos caer en la desesperanza porque “si queremos ayudar a las víctimas, realmente, estamos llamados a ver la esperanza en medio de la oscuridad” y ver esta realidad como una oportunidad porque “El Señor nos dice, con voz suave que los felices son los que lloran, los que necesitan justicia, las personas que necesitan reconocimiento. En ellas encontraremos, paradójicamente, a Dios.”

Mirada esperanzada hacia el futuro:

Las propuestas de futuro marcaron el último día del Congreso. En la primera conferencia de la mañana, el prof. Dr. José Ramón Flecha explicó la importancia del impacto social dentro de la superación de los abusos. El científico, entre otros temas, reflexionó sobre la necesidad de basarnos no en bulos, sino en evidencias: “Basarnos en lo primero y no en lo segundo tiene consecuencias desastrosas”. Para acabar recordó lo clave que es el resultado de un trabajo en este campo: “Si el esfuerzo es 10, pero el resultado 0 en el tema de antiabusos tenemos que ver por qué y centrarnos en lo que funciona”.

La teóloga italiana Linda Ghisoni, experta en derecho canónico y miembro de la Curia romana habló de las vías abiertas para la prevención de abusos desde el Derecho Canónico, en las competencias del Dicasterio para Laicos, Familia y Vida en relación a las asociaciones de fieles (del que la profesora forma parte) y finalmente más en concreto en algunas vías abiertas y promovidas por el dicasterio desde la perspectiva de derecho canónico. De estas últimas afirmó que han intentado tener en cuenta la complejidad del mundo asociativo, su internacionalidad y la movilidad de sus miembros para sus actividades y obras apostólicas.

La última sesión del I Congreso Internacional Jordán, titulada ‘La mirada, en el futuro: Promoción de una Cultura Consistente de Protección’, la realizó la Profª. Dra. Sandra Racionero, del PCCP de la Compañía de Jesús. El inicio de la recuperación completa, comenzaba explicando Sandra, será posible cuando las víctimas sean de verdad escuchadas: “Sabemos que las víctimas somatizan también por culpa de esta situación de abusos, pero cuando son escuchadas y se validan sus testimonios… ahí está el inicio de la total recuperación”.

Resaltó, desde un punto de vista de la neurociencia, que cuando este estrés se alarga en el tiempo puede producir consecuencias nefastas: “Puede producir pérdida de conexiones neuronales e incluso muerte neuronal en zonas muy importantes para el funcionamiento de las personas”. Y, al hilo de la repercusión que puede producir en una persona, explicaba que no hace falta que el abuso se repita en el tiempo para que produzca daños reales: “Con un minuto o algunos segundos basta, el impacto en la salud física y mental es muy negativo”.

Pero, por el contrario, contaba que la experiencia terrible que haya podido tener una víctima no le condena a tener una vida peor: “Incluso desde la neurociencia se decía que los genes determinaban el destino de una persona, ahora sabemos que son servidores del medio ambiente, y tenemos que cuidar un medio ambiente sano y distinto para que la situación pueda cambiar realmente”.

La Compañía de Jesús tiene un proyecto llamado ‘Promoviendo una Cultura de Protección Consistente (PCCP)’ y, sobre esto, Sandra expuso que la ciencia es imprescindible para erradicar este problema. Explicó que en el programa formativo del PCCP incluyen el enfoque científico: a través de procesos que incluyen diversidad de voces con un diálogo más igualitario; con el contenido que integra la espiritualidad ignaciana y la evidencia científica de impacto social; y fijándonos en actuaciones de éxito en superación de abusos.

La clausura corrió a cargo de la Dra. Ana García-Mina. Delegada de Universidades Jesuitas de España (UNIJES) y del cardenal arzobispo de Madrid, D. José Cobo.

La delegada de UNIJES, invitó a reflexionar reposadamente todo lo que se llevan los asistentes al congreso porque “nos ha cambiado la mirada” y además “hemos crecido en sensibilidad, en la toma de conciencia y en una mayor responsabilidad con todas las victimas”. Reconoció García-Mina que requerimos espacios para ahondar en las causas estructurales y trabajar cómo nos afecta la verdad porque: “Las víctimas nos han pedido que miremos, actuemos con verdad. Sin verdad no hay justicia. Pero la verdad se nos hace muy incomodas, miramos a otro lado, las maquillamos, edulcoramos y sin embargo necesitamos la verdad para escuchar y validar, para no anclarnos en desesperanzas”. Finalmente reconoció que “el abuso de poder en la Iglesia es un problema sistémico y por tanto requiere respuestas sistémicas”. En definitiva, “para construir estos espacios eclesiales libres de abusos se requiere un cambio cultural”.

En dicha clausura D. José Cobo afirmó que “cuando se da el mal en el corazón de la Iglesia y nosotros lo negamos, lo escondemos, lo encubrimos o simplemente dejamos de interrogarnos por su presencia, entonces somos cómplices de dejarlo actuar”. El arzobispo recalcó también siete consideraciones importantes. En primer lugar, que las víctimas nos afectan a todos; en segundo, que tenemos que reflexionar y hacer examen de conciencia sobre lo que ha sucedido desde la misión de cada cual ya que afirmó “el respeto al dolor de los supervivientes nos impulsa a exigirnos reflexionar, investigar y darles vuelta a todas las formas de abuso, incluidas las más sutiles formas de ejercicio errado del poder que se adentran en la oscuridad de ese misterio que es siempre la conciencia”. Señaló también la especial relación entre el abuso de conciencia y el abuso de poder y afirmó que el abuso siempre implica prevalimiento ya que “la asimetría de las relaciones se convierte en la plataforma facilitadora de la agresión” y cuando “esta asimetría es en nombre de Dios se multiplica la diferencia entre abusador y abusado”. Abogó Cobo por una seria revisión sobre el uso de la autoridad de los ministros, líderes y acompañantes y por último afirmó que “la autoridad se basa en el servicio y en la compasión. Nunca en el dominio, la exclusividad y arrebatando la libertad de la conciencia personal” y en la necesidad de una reflexión sobre la relación teológica y práctica entre poder y autoridad. Por último anunció que la iglesia de Madrid a principios del curso que viene hará un acto sencillo de reparación a las victimas de abusos.

Las palabras finales de Valeska Ferrer de agradecimiento fueron estas: «gracias por el clima, a partir de ahora construir juntas para que de verdad puedan ser supervivientes y sentir que esta es su casa y que dios les abraza con una profunda ternura y amor».

Sin duda ha sido un congreso que marca nuevas etapas en este largo camino de la sanación de las heridas a las víctimas y la prevención de los abusos en el seno eclesial.

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