Congreso jesuita y europeo sobre Justicia y Ecología

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Tuvo lugar en Loyola del 28 al 31 de marzo, convocando a 153 delegados de 26 países de todas las redes del apostolado social en Europa y Oriente Próximo. El Congreso reflejó lo que el P. Arturo Sosa nos introdujo al inicio: un espíritu de colaboración cada vez más profundo y de escucha mutua, como corresponde a una Iglesia sinodal. En este sentido, uno de los objetivos del Congreso era permitir una mayor integración del cuerpo apostólico y la alineación de todas nuestras redes (el Servicio Jesuita a Refugiados, la Red Xavier, los Centros Sociales, la Red EcoJesuit Europa y la red de delegados sociales) con las Preferencias Apostólicas Universales (PAU) entendidas como un todo inseparable.

Fue una bala de cañón en la pierna de Ignacio lo que le llevó de vuelta a Loyola para recuperarse, y lo que desencadenó su conversión. De estos hechos aislados pueden surgir grandes cambios históricos. Lo mismo que estamos viviendo hoy a muchos niveles tanto en el mundo de las migraciones, como con la emergencia climática, la guerra en Ucrania o la crisis energética. ¿A qué tipo de conversión nos está invitando Dios?

El tema de la transformación surgió el primer día al tratar la emergencia climática donde vimos la necesidad de una nueva forma de vivir y de ser en armonía con Dios, la Creación y los demás. Conscientes en particular de la llamada que nos hace el Papa Francisco en Laudato Si’ y Fratelli Tutti, expresamos un fuerte deseo de cambio. El principal motor de la destrucción ecológica no es el aumento de la población, sino la creciente desigualdad, especialmente el aumento de la riqueza entre los más ricos. ¿A dónde irán los pobres cuando grandes partes de la tierra se conviertan en desiertos?

Peregrinamos junto a los de Emaús y a tantas personas que viven en el camino. Muchas veces sufriendo la desesperanza, pero también encontrando sentido en el compartir, al “partir el pan”. Vivimos una época de desplazamientos masivos, provocados por las guerras, la pobreza, el cambio climático y la emergencia ecológica. No podemos permanecer en silencio ante el continuo horror en el Mediterráneo, la ruta migratoria más peligrosa del mundo, o los centros de detención.

Ante esta realidad, el JRS descubre cada día, la acogida, la promoción, la protección y la integración de los inmigrantes y refugiados que nos llevan al corazón mismo del Evangelio, exhortando a la Iglesia a que sea hospital de campaña, comunidad de hospitalidad. Todos los presentes se sintieron interpelados por el testimonio dado, y la invitación como familia ignaciana a seguir el ejemplo de promocionar una cultura de la hospitalidad. Como San Ignacio nos instaba: «La amistad de los pobres nos hace amigos del Rey eterno».

Una gran fuente de esperanza proviene del testimonio y las enseñanzas del Papa Francisco y de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral del Vaticano. Una invitación a encarar uno de los grandes retos que vivimos en Europa, el de la integración, la convivencia y la inclusión social. ¿Podremos vivir juntos?

Asimismo, sentimos una fuerte llamada a reelaborar nuestra forma de vida, de consumo, de relaciones personales y con la naturaleza. Una llamada a la sinodalidad y a reimaginar el poder como servicio, por el bien de los demás, para ser compartido en colaboración, cooperación y corresponsabilidad.

En el Congreso concluimos que nuestra conversión debe reflejar una forma de vivir diferente y más sencilla que empieza por nosotros mismos y por nuestras comunidades e instituciones. Los problemas a los que nos enfrentamos son complejos y es esencial dar pequeños pasos mientras trabajamos en colaboración con los jóvenes para lograr un cambio sistémico transformador. La cercanía a los pobres y vulnerables, a los migrantes y refugiados, a tantas personas que están en el camino, es esencial para descubrir el Espíritu de Dios que irrumpe y que nos convoca a la mesa del Reino.

Más información en este vídeo: https://youtu.be/ZnUFqhcP5CM