El Servicio Jesuita a Migrantes denuncia casos de vulnerabilidad entre los jóvenes extranjeros no acompañados

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«Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz” es el lema de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado del Papa Francisco. A finales de 2015, ACNUR contabilizaba 65,3 millones de personas desplazadas forzosamente en todo el mundo, de las que la mitad tenía menos de 18 años.

Desde la Campaña Hospitalidad piden firmas a la ciudadanía para exigir a los representantes políticos e instituciones que actúen urgentemente.
Con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, desde la Campaña Hospitalidad de las obras sociales de la Compañía de Jesús (Entreculturas, Servicio Jesuita a Migrantes, ALBOAN y Fundación Hogar de San José) denunciamos las dificultades añadidas que sufren los jóvenes extranjeros no acompañados.
El Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) ha detectado casos de jóvenes a los que, una vez acabada la tutela pública durante su minoría de edad, no se les tramita la autorización de residencia a la que tienen derecho o no se les entrega la tarjeta de residencia tramitada. Además, se les deniega el acceso a sus expedientes y datos personales que les permitirían regularizar su situación una vez alcanzada la mayoría de edad. Son jóvenes ex tutelados a los que la falta de documentación les deja en una situación de gran vulnerabilidad: no pueden regularizar su situación, ni trabajar legalmente, ni acceder a recursos y mecanismos de protección social, viéndose condenados a menudo a permanecer sin domicilio fijo.

Igualmente, el SJM denuncia otros casos de vulnerabilidad: menores internados en CIE (7 en 2015), menores refugiados separados de sus familias en Melilla, internados en centros de protección en espera de los resultados de las pruebas de ADN que confirmaran la relación paterno-filial; o que han sufrido deficientes condiciones de alojamiento hasta poder pasar a centros de acogida de refugiados en la Península.

Así, las obras que somos parte de Hospitalidad, instamos a que los poderes públicos y las administraciones velen por la protección y la integración de los menores extranjeros no acompañados. También pedimos que las políticas de cooperación internacional, en la senda de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incidan en las causas de la pobreza, la desigualdad, y los conflictos armados como origen de esta migración forzosa con consecuencias de alto riesgo para los menores. Igualmente, y como parte de estas políticas de cooperación internacional, creemos que deben aumentar los fondos destinados a Acción Humanitaria en los sectores de educación y protección de la infancia, de tal manera que se mejoren las condiciones de vida de estos menores en los países de tránsito o en otros países de acogida. Hacemos un llamamiento a brindar hospitalidad en todas sus formas: ofreciendo soluciones duraderas y adecuadas para la acogida e integración de las personas migrantes y refugiadas y fomentando la educación para la ciudadanía global para promover la convivencia intercultural para prevenir la radicalización.

En este sentido, la Campaña Hospitalidad trata de responder al llamamiento que hace el Papa en la Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2017, centrada en los Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz. El Papa, en su mensaje para esta jornada, pone el foco sobre la realidad de los emigrantes menores de edad, especialmente los que están solos, instando a todos a hacerse cargo de los niños y niñas, desprotegidos porque son menores, extranjeros e indefensos; porque son forzados a vivir lejos de su tierra natal y separados del afecto de su familia.
De esta forma, Francisco insta a dirigir una mirada lúcida sobre los dramas de la emigración, abierta a reconocer el plan de Dios en el fenómeno migratorio, “con la certeza de que nadie es extranjero en la comunidad cristiana”. Al ponderar el valor de las personas, indica que “el valor de cada institución se mide por el modo en que trata la vida y la dignidad del ser humano, especialmente en situaciones de vulnerabilidad, como es el caso de los niños emigrantes”. Llama a la protección de los menores que migran solos, porque “la línea divisoria entre la emigración y el tráfico puede ser en ocasiones muy sutil”. Sensible a sus necesidades de integración, insta a “(…) resolver y regularizar la situación de los emigrantes menores de edad, respetando plenamente su dignidad y tratando de responder a sus necesidades, cuando están solos, pero también a las de sus padres, por el bien de todo el núcleo familiar”. Finalmente, el Papa urge a buscar y adoptar soluciones permanentes, yendo a las causas de las migraciones forzosas. “Las guerras, la violación de los derechos humanos, la corrupción, la pobreza, los desequilibrios y desastres ambientales son parte de las causas del problema. Los niños son los primeros en sufrirlas, padeciendo a veces torturas y castigos corporales, que se unen a las de tipo moral y psíquico, dejándoles a menudo huellas imborrables”.

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