El pasado fin de semana del 4 al 6 de noviembre se celebraba en Sevilla el encuentro Más Que Derecho. Jóvenes juristas dispuestos a integrar su vida de fe y su vida profesional afrontando la vida con pasión y discernimiento. Ander, Estudiante del Máster de Acceso a la Abogacía de la Universidad de Deusto y del Colegio de Abogados de Bizkaia, nos cuenta lo que ha supuesto para él este fin de semana:
«Eskerrik asko bihotz-bihotzez. Así lo decimos en euskera, gracias de corazón. Normalmente, damos las gracias para terminar, pero en esta ocasión me gustaría empezar estas líneas agradeciendo enormemente la oportunidad que he tenido de vivir una experiencia a la que me costó lo suyo decirle: «¡Venga Ander, por qué no, anímate, por ir no pierdes nada…vete tú a saber que será esto del `Más que Derecho’, pero por ir… encima en Sevilla!». Reconozco que me costó decir que sí por la gran carga de trabajo con la que me veía en el momento en la universidad, pero ahora, con perspectiva, solo puedo decir: mereció la pena.
Siete jóvenes en busca de su camino en el mundo del Derecho. Podría ser un buen titular con el que resumir lo que vivimos en un fin de semana de lo más inspirador y gratificante. Acostumbrado a la velocidad vertiginosa de nuestras rutinas y a la presión derivada de la cantidad de responsabilidades que voy asumiendo en el día a día, Más que Derecho me ha ayudado a parar, escuchar y reconectar con mi yo interior. A través de diferentes dinámicas y testimonios de vida, he tenido la oportunidad de preguntarme: ¿A qué me siento llamado? ¿Cuál es el horizonte que me marco en mi proyecto personal de vida? Estas son algunas de las preguntas que me llevo conmigo para ir paulatinamente encontrando mi sitio en el mundo de la Abogacía, ámbito desde el que siento que me gustaría ayudar a las personas en situación de vulnerabilidad.
La experiencia tuvo lugar en la Casa de Ejercicios Espirituales San Pablo que la Compañía de Jesús tiene en Dos Hermanas (Sevilla), un lugar idóneo para acompañar a jóvenes desde la espiritualidad ignaciana en la búsqueda de sentido e interiorización personal, en el crecimiento humano y cristiano. Personalmente, me ayudó a conectar especialmente con la naturaleza y el silencio, gracias a la belleza del jardín y los huertos que rodean toda la casa. Y, por si fuera poco, gracias a esta experiencia, he tenido la gran suerte de conocer a grandes personas con quien compartir parecidas inquietudes y deseos. Una zaragozana, dos malagueños, una vitoriana, una sevillana y dos bilbaínos llamados a contribuir desde el Derecho, cada uno/a desde un área o una realidad diferente, pero con un objetivo en común: ayudar. Así es como este grupo de jóvenes percibimos el Derecho, como un instrumento para ayudar y entregarnos a quien nos necesite, sin olvidar que la repercusión de nuestra labor profesional en el Reino de Dios no es directamente proporcional al número de personas a las que lleguemos.
Me gustaría dar las gracias también a los tres abogados que nos contaron sus testimonios de vida, historias que me transmitieron mucha inspiración y esperanza. Todo un ejemplo de cómo vivir en esto del Derecho «a la ignaciana», con un sentido humano y de Dios como elemento integrador de la profesión.
Ahora, nos toca a nosotros ponernos en marcha en busca de nuestro camino, y, sin duda alguna, el Derecho es una gran oportunidad para eso.
Por todo ello, no puedo más que volver a decir: eskerrik asko, bihotz-bihotzez.»