Un mosaico ignaciano, nuevo signo de identidad del Colegio Mayor Loyola

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Como cierre de su 50 aniversario y de cara al Año Ignaciano 2021-22 , el Colegio Mayor Loyola estrena este curso un mosaico de temática ignaciana que se convertirá en su nuevo signo de identidad. Se trata de la primera obra en España del taller del artista maltés Roberto Gauci, de un estilo reconocible que el Centro Aletti de arte espiritual de Roma –donde se formó nuestro artista– ha difundido por todo el mundo, desde el Vaticano a los santuarios de Lourdes y Fátima o la catedral de la Almudena, en Madrid.

El mosaico enlaza con el lema del Año Ignaciano “Ver nuevas todas las cosas en Cristo”, que nos recuerda que en la vida universitaria, donde algunos solo ven horas de estudio, diversión y un futuro laboral, se puede ver una oportunidad para crecer en conocimiento, amistad profunda y servicio.

El mosaico del Colegio Mayor Loyola, de 5,2 metros de ancho por 3 de alto, visible a la entrada del edificio, ha supuesto un total de mil horas de trabajo de seis artistas del taller Eikon, en las diferentes fases del proceso: boceto, corte del material, trabajo del mosaico según el diseño (en parte sobre tablero del taller), embalaje y envío, y montaje, relleno y finalización de la obra sobre el muro. Además de los artistas malteses del equipo, en este caso, ha realizado parte del mosaico la artista italiana Sara Marinelli, habitual colaboradora del Centro de Arte Litúrgico Eikon.

El mosaico representa la llamada de Jesús a Ignacio con los primeros compañeros: Francisco Javier y Pedro Fabro, en su etapa de estudiantes en París. Los tres conceptos que esta escena evoca (vocación y seguimiento; amistad y compañerismo; y ambiente de estudio) plasman la identidad que el Colegio Mayor Loyola asume en el testigo que recoge de la herencia ignaciana en una de las misiones centrales de la Compañía de Jesús en su larga historia: la formación. San Ignacio vio claro el potencial evangelizador de la educación y una buena parte de los colegios, universidades y centros de formación de los miles que los jesuitas tienen por todo el mundo comparten un lema que resume en cierto sentido el objetivo final de la pedagogía ignaciana: “Entramos para aprender, salimos para servir”. Personas para los demás, en palabras de Arrupe, no necesariamente los mejores del mundo, pero sí los mejores para el mundo. Esto es lo que también el CMU Loyola intenta impulsar; de ahí que coloque a su entrada esta obra de arte original, única y singular que visibiliza y hace más palpable esta vocación.

Gauci ha hecho de su Centro de Arte Litúrgico de Gozo (Malta), fundado hace tres años, un foco de creación artística que fusiona el arte y la fe, donde transforman en imagen la teología. En línea con el Vaticano II, el taller está concebido como un espacio para desarrollar un lenguaje artístico al servicio de la liturgia sobre la base de la tradición iconográfica de las Iglesias de Oriente y Occidente. Su orientación se resume en estas palabras de san Juan Pablo II: “Así como la lectura de los libros materiales permite la comprensión de la Palabra viva del Señor, del mismo modo la ostensión del icono permite a los que lo contemplan acceder, a través de la vista, a los misterios de la salvación. Lo que, por un lado, queda expresado por la tinta y el papel, por el otro es expresado, en el icono, a través de los colores y de otros materiales” (Juan Pablo II, Carta apostólica Duodecimun saeculum).

Eikon es la continuación de la experiencia artística que Roberto Gauci ha realizado en el Centro Aletti de Roma durante cuatro años, en la que se especializó en el arte del mosaico monumental. Artísticamente se inspira en el arte cristiano del primer milenio, cuando la Iglesia estaba ligada a un arte más simbólico, centrado más en el misterio que en la narración, aunque con una especial atención también a las corrientes artísticas contemporáneas.