Koldo Echebarria, director general de Esade, conversa con el padre Arturo Sosa SJ, 31º General de la Compañía de Jesús, sobre el papel de la educación superior y el valor de la pedagogía jesuita en el contexto de la pandemia de covid-19.
Koldo Echebarria [Director general de Esade]: La pandemia de la covid-19 ha puesto de manifiesto la fragilidad de nuestro bienestar socioeconómico y nuestra seguridad sociosanitaria, y ha impactado de lleno incluso en las sociedades más avanzadas. Todo parece haberse vuelto más vulnerable. La pandemia amplifica las desigualdades ya existentes y las acentúa, incrementando la pobreza extrema y la exclusión social. Las consecuencias del coronavirus harán retroceder buena parte de lo que se había avanzado en cuestiones humanitarias y acelerarán la transformación digital en las sociedades más avanzadas, con lo cual la brecha educativa se ampliará aún más.
Y es en estos momentos de dificultad que nuestro papel como instituciones educativas se hace más importante, más relevante que nunca. ¿Cómo podemos construir un faro de luz en esta asimetría? ¿Cómo pueden la educación y los valores jesuitas preparar a los líderes del mañana? Para reflexionar sobre todo ello, hoy me encuentro en el Vaticano, junto al superior general de la Compañía de Jesús, el padre Arturo Sosa, una de las voces culturales y sociales más emblemáticas, con una larga trayectoria de dedicación a la educación y la investigación.
Esta pandemia que estamos sufriendo no entiende de clases sociales, de religiones, de razas, y únicamente podemos salir adelante si somos capaces de pensar en el bien común y, al mismo tiempo, ejercer nuestra responsabilidad individual ante la sociedad. ¿Cómo podemos hacer fuerza, desde las universidades, para trasladar este mensaje?
Padre Arturo Sosa SJ [31º General de la Compañía de Jesús]: La mejor manera de transmitir algo y de enseñar son los modelos. Si no tenemos encarnado en algún modelo lo que queremos proponer es muy difícil transmitirlo. Cuando pensamos en un modelo, pensamos en personas. Pero creo que el gran desafío, en este momento, es cómo tener modelos institucionales y cómo tener modelos de organización que vayan en esa misma dirección. Eso es, cómo generar modelos institucionales y modelos organizacionales que pongan en el centro el bien común. No es nada fácil, pero creo que es el desafío y la gran transformación que podemos hacer hoy. Pero tiene que haber una conjunción entre personas capaces de poner el sentido de su vida al servicio del bien común y organizaciones que también tengan esta misma finalidad. Y creo que este es el camino que nos corresponde a nosotros como universidades de la Compañía de Jesús.
El gran desafío, en este momento, es generar modelos institucionales
y modelos organizacionales que pongan en el centro el bien común
Koldo Echebarria: ¿Cómo ve usted esto en el contexto de una universidad como la nuestra, que es una universidad dirigida a formar a profesionales del mundo de la empresa que tienen, obviamente, aspiraciones profesionales? ¿Cómo podemos ser más capaces de transmitir esta idea de vida en común y esta responsabilidad ante el resto de la sociedad?
Padre Arturo Sosa SJ: Se lo voy a decir con una anécdota familiar. Cuando era joven, mi papá era un empresario, pero hubo una transición política en Venezuela, en 1958, y lo nombraron ministro de Hacienda. Y después volvió a repetir, veinte años más tarde. Los amigos lo criticaban; decían: “¿Cómo es posible que tú te dediques a ser ministro cuando tienes una carrera empresarial tan buena?” Y él respondía: “Ni mi familia ni mi empresa pueden estar bien si el país está mal… Si las personas capacitadas, e incluso diría las personas ambiciosas, las personas que quieren hacer realmente algo grande en la vida, no piensan que lo público es el escenario para hacerlo, estamos creando una división que no nos lleva a ninguna parte. Y tenemos que promover, desde nuestras universidades e instituciones, la vocación de servicio público, que es tan desafiante como cualquier carrera empresarial. Si las personas cualificadas no ocupan el espacio público, lo ocupan otros que tienen otros intereses.
Koldo Echebarria: Ciertamente es algo que estamos viendo en esta pandemia; los países que han tenido mejores capacidades públicas están saliendo mucho mejor que los países con peores capacidades públicas. O nos dedicamos a construir capacidades públicas que sirvan a todos o realmente no seremos capaces de superar esta pandemia u otras crisis que vengan. Hay, en esta reflexión, una idea de que lo público va más allá del Estado. Cuando hablamos de lo público hablamos de muchas instituciones que pueden jugar ese papel, ¿no es cierto?
Padre Arturo Sosa SJ: Cuando hablamos de lo público, hablamos de la ciudadanía. Hemos reducido lo público no solamente al Estado, sino peor todavía: a los Gobiernos. Y la base de cualquier política democrática es la ciudadanía, es el pueblo. Solamente con una ciudadanía realmente fuerte es posible pensar en Estados servidores del bien público, del bien común. Y Gobiernos que estén subordinados al Estado. Porque otra vez el Gobierno absorbe el Estado y se convierte en la única expresión del Estado y no es así: el Estado, precisamente con la democracia y la ciudadanía activa, tiene equilibrios y contrapesos, porque hay funciones que pueden ser controladas desde otros puntos de vista, y de ahí la división de poderes y todas las instituciones que se han ido creando en los últimos siglos, para evitar precisamente la hegemonía de un solo grupo o de una sola persona. La base está en la ciudadanía, una ciudadanía consciente, activa, responsable, donde todos tenemos que participar. Quien quiera eximirse de esa tarea está realmente abandonando una dimensión humana absolutamente importante para poder desarrollarse como persona.
Solamente con una ciudadanía realmente fuerte es posible pensar en Estados servidores del bien público
Koldo Echebarria: Déjeme plantearle un tema que conecta la universidad con la sociedad, que es el del mérito, el de la meritocracia, el de la inteligencia y el esfuerzo combinados, por así decirlo. Creo que nuestras instituciones tienen una base meritocrática, pero al mismo tiempo estamos viendo que la meritocracia es seriamente cuestionada, porque en ocasiones obedece a factores socioeconómicos que discriminan a los más necesitados o a los más pobres. ¿Cuál es su valoración al respecto? ¿Qué tenemos que hacer en las universidades para construir una meritocracia no excluyente?
Padre Arturo Sosa SJ: Yo iría un poquito más allá. ¿Qué es lo que inspira nuestras universidades? Las inspira el Evangelio, las inspira el modelo de ser humano que Jesús nos propone. La lógica de nuestra universidad es la lógica del servicio; no la del mérito, sino la del servicio, lo que interesa hacer. El mérito nos centra en nosotros mismos, en el sentido de que es mi esfuerzo, mi carrera, mi beneficio o el de mi familia o mi grupo. Y entonces volvemos otra vez a la tensión con el bien del otro. Si nuestras universidades no forman a profesionales capaces de hacerlo lo mejor posible, pero para servir, para crear una base…
Koldo Echebarria: En otras palabras, que el mérito no sea un fin en sí mismo, sino que sea la capacidad de la cual sacamos una vocación de servicio.
Padre Arturo Sosa SJ: Eso es el auténtico mérito. Lo que la educación jesuita pretende es formar a las personas para que potencien al máximo todas sus cualidades. Pero esas cualidades no son para ti: son para que tú te desarrolles desarrollando, ayudando. Esta es la auténtica meritocracia. Entonces se genera realmente una meritocracia colectiva. El desafío para la universidad es cómo transmitir ese espíritu a los estudiantes. ¿Cómo cambiar esa dinámica para que realmente la universidad se convierta en un espacio donde las personas encuentran la posibilidad de cuestionar su propia vida y de desarrollarse en sus cualidades lo mejor posible, pero sabiendo que el mejor desarrollo será cuando puede entregar eso a otro?
El desafío para la universidad es cómo transmitir el espíritu de la meritocracia colectiva a los estudiantes
Koldo Echebarria: Esta pandemia nos ha cambiado, de la noche a la mañana, la forma de trabajar en la universidad y de cultivar la relación con los estudiantes a través de la presencialidad, pues nos ha obligado a situarnos en una forma distinta de enseñar. Esto es algo que debatimos mucho en Esade cuando se planteó toda esta transición y hablábamos de cómo preservar la experiencia educativa, que es característica de nuestra escuela. Y ahí teníamos discusiones sobre el significado de esto en la pedagogía ignaciana o jesuita, en su modo de hacer. ¿Qué es lo que usted pondría en primer lugar en esta transición que hemos vivido, en esta situación tan difícil que estamos experimentando?
Padre Arturo Sosa SJ: El cuidado a la persona. Yo creo que la clave de lo que llamamos pedagogía ignaciana está en cuidar a las personas. Y eso significa encontrar las mejores maneras de escuchar. O sea: solamente se cuida a una persona cuando se la escucha, cuando se la conoce y se la conoce escuchando. Cada persona tiene su propia trayectoria y tiene que encontrar en la universidad el camino para poderla expresar y nutrir. Escuchar y acompañar: esta es la otra clave de la espiritualidad o de la pedagogía ignaciana, tomada del Evangelio.
Koldo Echebarria: Otro tema que ha sido muy debatido entre nosotros: ¿Cómo se ve el aporte de las tecnologías desde la pedagogía ignaciana?
Padre Arturo Sosa SJ: Para la pedagogía ignaciana, es un desafío muy interesante. Porque la tecnología no es únicamente un aparato o una forma de conexión, sino una antropología diversa. La tecnología y el cambio de época son lo mismo. Quienes nacen en la nueva época vienen con otra manera pensar; es otra antropología. ¿Cómo dialogamos en ese lenguaje; cómo aprendemos esa lengua que nos permite realmente comunicarnos? Tenemos que escuchar a los jóvenes, para crear la posibilidad, juntos, de caminar hacia un futuro esperanzador. Es una pedagogía en la cual todos aprendemos; no es que nosotros sepamos y transmitamos, no es que la universidad sepa y transmita. Docentes y discentes son categorías que se rompieron y ahora aprendemos juntos. Es una cosa mucho más dialogada, mucho más dialogante. Y, ciertamente, la tecnología nos ayuda a ello en muchos sentidos, pero hay que hacerlo de verdad.
Docentes y discentes son categorías que se rompieron y ahora aprendemos juntos
Koldo Echebarria: Escuché en cierta ocasión, en una conferencia sobre el papel de la universidad, hablar de un concepto que me llamó poderosamente la atención: que la universidad debía estar en la intemperie, que debía salir a la intemperie. Se refería con ello al conocimiento universitario, pero también a la manera en que la universidad se posicionaba. En este contexto de la pandemia, ¿nos podría dar un ejemplo de universidad viviendo en la intemperie?
Padre Arturo Sosa SJ: La pandemia nos ha puesto a todos a la intemperie. Nos ha obligado a generar conocimiento desde la intemperie. Uno se pone a la intemperie cuando sale de su zona de confort. Ahora ¡tenemos tantas ocasiones de hacerlo! Porque, realmente, este cambio de época que estamos viviendo nos pone continuamente en situaciones que no estaban pensadas por ninguna ciencia –y me refiero, sobre todo, a las ciencias sociales, que tienen que volver a repensar el hombre desde su antropología, desde su forma de relacionarse, desde la política, desde el derecho. Nos pone realmente en la situación privilegiada de estar a la intemperie para poder generar conocimiento y enseñar el conocimiento que generamos. Si la enseñanza se convierte en un diálogo y todos sabemos tener una experiencia diversa, puede ser realmente un momento estelar para la investigación universitaria.
Koldo Echebarria: Y salir de las torres de marfil. Porque, efectivamente, no es un conocimiento más técnico el que se necesita, sino –creo que lo decía usted– más sabiduría a partir del conocimiento, que cruce distintas disciplinas, que mire a las cosas desde otra perspectiva.
Padre Arturo Sosa SJ: Para mí, el ideal de cualquier universidad no es crear buenos conocedores sino sabios. Y la sabiduría no tiene que ver con esa capacidad de saber mucho… ¿Quién quiere un abogado que conozca de memoria los códigos y sepa interpretarlos a favor del caso que le toca, pero no tiene la sabiduría de ponerlos en contexto, de convertir el derecho en una verdadera manera de propender al bien común de la sociedad? Uno puede ser un gran conocedor de una materia, un gran técnico de cualquier cosa, y no tener sabiduría. Las universidades tienen el compromiso de hacer de sus alumnos, de sus profesores, de sus empleados y de sus directivos unas personas sabias para que la universidad sea realmente una fuente de sabiduría para la sociedad.
Koldo Echebarria: El otro día estaba conversando con un jesuita en la Cova de Manresa precisamente de esto y él decía que, más que transmitir conocimiento, hay que inspirar y crear conciencia para que, a través de la conciencia del conocimiento, se pueda producir algo valioso para el bien común.
Padre Arturo Sosa SJ: Así es, pero la universidad no puede dejar de transmitir conocimiento. Nosotros tenemos que garantizar que una persona que se ha graduado en una universidad de la Compañía de Jesús tiene no solo un conocimiento básico, sino el mejor conocimiento posible del área en la cual se ha formado. El sabio está a la intemperie.
El ideal de cualquier universidad no es crear buenos conocedores sino sabios
Koldo Echebarria: El próximo año celebraremos el quinto centenario de la herida de San Ignacio en Pamplona, lo que se llama la conversión, y a partir de ahí se desarrollarán toda una serie de eventos del Quinto Centenario. Pensando en una conexión con el tema de los jóvenes, ¿cómo trasladamos a los jóvenes la inspiración de San Ignacio? Conociendo un poco la vida de San Ignacio, a veces pensaba que era un hombre que reconocía sus errores y que era capaz de trabajar a partir de sus errores, que admitía que a veces había estado ciego. Tengo la sensación de que ahí hay un mensaje que puede llegar más a los jóvenes, en el cual puedan reconocerse ellos, entre las vicisitudes de San Ignacio como ser humano. ¿Qué le parece a usted esta reflexión? ¿Cómo vería usted el tema de los errores en San Ignacio y la posibilidad de celebrarlos también?
Padre Arturo Sosa SJ: San Ignacio aprendió a reconocer sus movimientos interiores y a reconocerlos en los demás y en la sociedad. Esa fue la gran transformación que se dio en Ignacio después de la herida de Pamplona. Y yo creo que lo que podemos tratar de transmitir a los jóvenes es precisamente esto: aprender a leerse, no a juzgarse, y aprender de uno mismo y de la relación con la sociedad. Aprender que dentro de cada cual hay una lucha, una tensión, que te lleva en direcciones contrarias. Y saber reconocer cuál me va a llevar a donde yo siento que puedo ser mejor; eso es lo que llamamos discernimiento y está en todos los momentos de la vida. Uno no toma una decisión para el resto de su vida, sino que lo va haciendo todo el tiempo.
Koldo Echebarria: Yo tengo la sensación de que hablar de estas tensiones interiores, y también de las individuales y colectivas, es algo que puede conectar con los jóvenes. Yo veo en los jóvenes el apetito de tener sentido en la vida pero, al mismo tiempo, también veo a otros dragones de todo tipo que hoy están muy presentes y son muy activos en la sociedad, a través de las tecnologías y de otras cosas.
Padre Arturo Sosa SJ: Yo percibo que los jóvenes tienen una duda razonable sobre el presente que les ha tocado vivir. ¿Por qué nos encontramos en un mundo que no es capaz de frenar el desgaste del medio ambiente, que no es capaz de pensar en el futuro a largo plazo de los recursos de la Tierra?
Koldo Echebarria: Gracias, padre. Ha sido un placer estar con usted. Creo que ciertamente es un momento extraordinario para la humanidad; una oportunidad extraordinaria para replantearnos muchas de las cosas que hacemos hoy.
Padre Arturo Sosa SJ: Gracias a ustedes y gracias por lo que hacen. Que realmente nos demos cuenta que, desde la intemperie, podemos crear juntos. Y que se trata de implicarnos, no para ser más grandes, sino para ser mejores.
Koldo Echebarria: Termino con una frase que creo que expresa bastante bien lo que nos ha dicho el padre general. Es una frase de San Ignacio de Loyola: “Quien quiera cambiar el mundo que empiece por sí mismo, o no logrará su cometido.”