Llamada a colaborar en el Cuidado de la Casa Común

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A continuación, la homilía del P. Antonio España, provincial de la Compañía de Jesús en España, en la eucaristía final de la Asamblea de Provincia, Loyola, 24 de abril de 2022.

Queridos amigos y amigas: La raíz de este encuentro es la llamada a colaborar en el Cuidado de la Casa Común. Es una invitación apremiante a la ecología integral para nuestro mundo. Desde los talleres, las contemplaciones, las charlas, las eucaristías, los diálogos… tratamos de abordar un tema MUY DIFÍCIL: implica nuestro ser, nuestro vivir y nuestro esperar. Identidad, acción y futuro.

También hoy celebramos el Domingo de la Misericordia que es un recordatorio a algo tan difícil que es la RECONCILIACIÓN. Es decir, nos destruimos si vivimos enfrentados con Dios, con otros o con la Creación (CG 35, d.3, 32). Nos rompemos si vivimos en rechazo constante de Dios, de los otros o de la Creación. Y algo de esto notamos hoy con la incertidumbre y la inseguridad que aflora con fuerza en nuestro país, en Europa, en Ucrania o en el resto del mundo.

(LS 204): La situación actual del mundo “provoca una sensación de inestabilidad e inseguridad que a su vez favorece formas de egoísmo colectivo”. Cuando las personas se vuelven autorreferenciales y se aíslan en su propia conciencia, acrecientan su voracidad. Mientras más vacío está el corazón de la persona, más necesita objetos para comprar, poseer y consumir. En este contexto, no parece posible que alguien acepte que la realidad le marque límites. Tampoco existe en ese horizonte un verdadero bien común.

Bajo una mirada hacia el bien común en el cuidado de la Creación, os invito a poner ante Dios quiénes somos, qué vivimos y qué esperamos… para no vivir de forma aislada o autorreferencial y eso nos ayude a SER, VIVIR Y ESPERAR desde el Resucitado-Crucificado que reconcilia (y no divide o quiebra como puede aparecer en ocasiones).

¿Quiénes somos? En la primera lectura (Hch 5, 12) se nos muestran signos y prodigios de la comunidad donde crecía el número de los creyentes. Era un estado de curación sobre los males de otros.

Nosotros somos una comunidad de hijos e hijas de Dios: llamados de diversa manera; o trabajando con mentalidades distintas; guiados desde experiencias dispares y en caminos variados, unos consagrados, otros en familia, todos desde la misión de Dios de RECONCILIACIÓN, es decir, de capacidad de curación para “Sanar un mundo herido” (Documento, 2011). En el fondo, somos quienes hemos sigo alcanzados por el Misterio de Dios.

Y algo en el centro del ser cristiano es que queremos curar a otros, hacer el bien…  Y la ecología integral nos pone ante curar la Creación.

(LS 202): “Muchas cosas tienen que reorientar su rumbo, pero ante todo la humanidad necesita cambiar. Hace falta la conciencia de un origen común, de una pertenencia mutua y de un futuro compartido por todos. (…) Se destaca así un gran desafío cultural, espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración.”

Ante la pregunta de quiénes somos, nos puede ayudar vernos como humanidad que busca regenerarse en diversas obras apostólicas y en diversas comunidades. Aunque no veamos todo lo que hacemos, el bien está ahí y, con limitaciones, sale adelante.

¿Qué vivimos? Tocados por el Misterio, nos hemos encontrado muchas veces con las palabras del Salmo: “Dad gracias al Señor porque es bueno” (Sal 117).  Precisamente, aquello que desecharon los arquitectos, el mismo Cristo, se convierte en piedra angular: Dios es bondad, no castigo, que nos da a su Hijo. Vivimos de forma agradecida lo que el Principio y Fundamento (Ejercicios 23) supone: Solo Dios es fuente de bondad y de bien en medio de nuestro miedo ante el mundo, de nuestra necesidad de salir hacia el mundo y de experiencias que nos tocan.

1. Vivimos el miedo ante el mundo y con el mundo:

El miedo al mundo es la experiencia de los discípulos en el Evangelio: encerrados y acosados al ver lo que ya le pasó a Jesús. Se sienten pequeños e insignificantes. En ese miedo, se nos abre una experiencia: Paz a vosotros. Es el rasgo de la presencia en Dios y con Dios. Es el rasgo que nos hace creer y movernos por la vida. No una paz etérea o una paz sin raíz. Es una paz desde la realidad de Jesús muerto y resucitado. El perdedor, Jesús, es el que gana, justo lo contrario que encontramos en el mundo. LS 82: “El ideal de armonía, de justicia, de fraternidad y de paz que propone Jesús está en las antípodas de semejante modelo (el ganador se lleva todo) …” Ojalá no nos quedemos en el miedo por la crisis medioambiental porque nos deja atascados.

2. Vivimos el empuje de salir de nosotros mismos, con miedos:

El Evangelio de hoy indica que hay que salir: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.” Recibid el Espíritu Santo… Ese Espíritu da capacidad de perdón en la misión de reconciliación. Un soplo renovador sobre la vida del mundo: energía creadora desde el principio, presente en todo… Se restablece la reconciliación con Dios, con otros y con la Creación.  Como dice la Contemplación para alcanzar amor (Ejercicios 230-237), se llega a la experiencia de vivir TODO EN DIOS Y DESDE DIOS. LS 80: “El Espíritu de Dios llenó el universo con virtualidades que permiten que del seno mismo de las cosas pueda brotar siempre algo nuevo: ‘La naturaleza no es otra cosa sino la razón de cierto arte, concretamente el arte divino, inscrito en las cosas, por el cual las cosas mismas se mueven hacia un fin determinado.’”

3.- Vivimos de experiencias que nos tocan y nos renuevan.  Tomás necesitaba tocar para creer. Nosotros necesitamos experimentar y dejar de ser virtuales o meros números. Nuestros sentidos directos son fundamentales. Solo se supera el trauma de la Cruz con experiencias directas. «Trae tu dedo, tu mano, …» Y en estos días algo de esa experiencia compleja del daño a la Casa Común nos ha llegado de alguna manera. Esta sensibilidad desde Dios forma parte de la fe: LS 64: “Quiero mostrar desde el comienzo cómo las convicciones de la fe ofrecen a los cristianos, y en parte también a otros creyentes, grandes motivaciones para el cuidado de la naturaleza y de los hermanos y hermanas más frágiles”.

3. Vivimos el miedo y la invitación a superarlo y renovarnos…

¿Qué esperamos? No podemos terminar esto días sin una referencia que mira más allá. ¿Qué esperamos? Lo dice la lectura del Apocalipsis: «No temas: Yo soy el primero y el último, yo soy el que vive. Estaba muerto y, ya ves, vivo por los siglos de los siglos…» (Ap. 1).

LS 207: “Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo […] Que el nuestro sea un tiempo que se recuerde por el despertar de una nueva reverencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida.”

Entre la esperanza hacia el futuro y este anhelo por una mayor conciencia del respeto a la vida en la Creación, nos seguimos moviendo. Los cristianos podríamos ir mucho más allá porque nuestra energía es la esperanza que no defrauda. Como decía al principio, celebramos el Domingo de la Misericordia, es decir, de la RECONCILIACIÓN. Nos construimos desde la conexión con Dios, con otros y con la Creación. “Dejemos brotar todas las consecuencias de un encuentro con Jesucristo” (LS). Nos toca en lo que somos, en lo que vivimos y en lo que esperamos para cada una de las criaturas y de la propia Creación.          

Antonio J. España Sánchez, SJ.